Datan de finales del S.XVIII- principios del XIX, construidas por los frailes para el riego de los campos.
Durante el siglo XVIII tuvo lugar un crecimiento demográfico que provocó una serie de transformaciones agrarias y urbanísticas.
El Monasterio decretó que en La Drova fueran plantadas 300 hanegadas de vid, con higueras, nogales y almendros; y que su explotación quedará bajo el control directo de los monjes mediante la contratación de jornaleros, por lo que La Drova volvía a convertirse en una granja.
En la segunda mitad del siglo XVIII, en La Drova, tuvo lugar la construcción de una balsa de agua, al lado del azagador, para convertir en regadío una parte de las tierras cultivadas.